EL
DIÁLOGO ENTRE JESUITAS Y MASONES
Gottfried Gabriel José Findel (1828-1905)
maestro masón, autor de
"Freimaurerei und Jesuitismus. Eine
Zeitbetrachtung" |
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En la larga polémica entre masones y
jesuitas, que con tanta virulencia antijesuítica aborda el ex
sacerdote y masón Segismundo Pey i Ordeix (Jesuitas y Masones,
[Barcelona, 1932]), se observa que el enfrentamiento dialéctico tiene
lugar no entre la masonería y la Compañía de Jesús sino entre la
masonería y el jesuitismo, con toda la carga peyorativa del término,
en obras que van desde la serenidad de Josef Gabriel Findel (Freimaurerei
und Jesuitismus. Eine Zeitbetrachtung [Leipzig, 1891]) y A. Pages
(La Franc-Maçonnerie et le Jésuitisme [París, 1879]) a la
exaltación antijesuítica del también ex sacerdote y masón Matías Usero
Torrente (Dos ideales opuestos: Jesuitismo y Masonería
[Valencia, 1932]).
En el siglo XVIII, que se caracterizó
por la presencia de más de 5.000 sacerdotes católicos como miembros
activos de las logias europeas (José A. Ferrer Benimeli, Le clergé
francmaçon pendant le XVIII siecle [Bruselas, 1977]), la polémica
es en torno a dos mitos igualmente falsos vividos en la época con gran
intensidad: el masónico que creía que los jesuitas se habían
infiltrado en la masonería para manipularla a favor del pretendiente
inglés Jacobo; y el jesuítico, especialmente entre los jesuitas
expulsos en Italia, quienes a raíz de la Revolución Francesa
configuraron el mito de los masones identificados con los jacobinos y
los iluminados de Baviera cuyo único fin era atacar a la religión, los
gobiernos y las monarquías. Ninguno de los dos mitos «complotistas»
tiene el más mínimo valor histórico. La polémica se amplía y complica
en el siglo XIX con el resurgir del anticlericalismo laico, masónico y
librepensador de los países latinos especialmente dirigido contra el
jesuitismo en el que tuvo un especial protagonismo la prensa masónica
antijesuítica y la jesuítica antimasónica. En este último caso La
Civiltà Cattolica sirve de punto de referencia. Anticlericalismo
con tres episodios significativos: la mixtificación de Taxil, la
cuestión romana y el concilio antimasónico de Trento.
Sin embargo, el siglo XX ha sido
testigo de un cambio de actitud especialmente a partir del Vaticano II
(J. A. Ferrer Benimeli, La masonería después del Concilio
[Barcelona, 1968]). El diálogo establecido por parte de cualificados
masones y de algunos jesuitas de Italia, Francia, Bélgica, España,
Brasil, Canadá, Alemania, Estados Unidos…, especialmente preocupados
por el problema ha llevado a un mejor conocimiento y comprensión mutua
dirigidos a intentar esclarecer y resolver un problema secular.
Aunque a nivel institucional no se
hayan experimentado cambios notables, sí los ha habido a niveles más
particulares en un intento de llegar a análisis más serenos y
desapasionados, basados en un mejor y más profundo conocimiento de la
historia. Así habría que citar, entre otros, a Hermann J. Gruber, uno
de los primeros en desenmascarar los embustes de Taxil (Leo Txil´s
Palladismus-Roman; oder Die «Enthüllungen» Dr. «Bataille´s»,
Margiotta´s und Miss Vaughan´s über Freimaurerei und Satanismus,
kritisch beleuchtet, Berlín, 1897-1898), quien, más tarde,
propiciaría en Aquisgrán un encuentro (1928) de católicos con
autoridades masónicas, que fue el punto de partida de futuras
tentativas de aproximación y comprensión entre sectores de la Iglesia
católica y de la masonería.
En Francia desde 1934, Joseph
Berteloot, a través de la revista Études y de su amistad con el
masón e historiador Albert Lantoine, quien a sus instancias escribió
su célebre Lettre au Souverain Pontife (París, 1937), propugnó
un acercamiento fruto del cual fueron sus obras La Franc-Maçonnerie
et l´Église Catholique. Perspectives de pacification (París,
1947); Les Francs-Maçon. Souvenirs d´une amitié (Paris, 1952).
Otro jesuita, Victor Dillard, estableció contacto en Vichy, durante la
ocupación nazi, con varios masones. Entre ellos, Lehman, Yves
Marsaudon y el conde de Foy, los tres miembros del Supremo Consejo de
Francia del Rito escocés antiguo y aceptado. En el plano de la amistad
más sincera, organizaron un grupo de «libres-penseurs et libres-croyants»,
como lo llamaban en la intimidad con una expresión no carente de fino
humorismo. Su finalidad tendía a reunir a todos los hombres de buena
voluntad. Dillard asistía con regularidad a estos coloquios, a los que
no faltaban numerosos francmasones y simpatizantes. Pero en 1943, la
Gestapo denunció a Lehman, que era judío, y fue deportado a Dachau.
Quince días después siguió el mismo camino Dillard. Los dos murieron
en la cámara de gas. La aproximación iniciada acabó en el «ecumenismo
del crematorio», según acertada expresión de Marsaudon (L´oecuménisme
vu par un Franc-Maçon de tradition, París, 1964).
La herencia de Berteloot la recogió en
Bélgica el Padre Michel Diericks: Freimaurerei, die Grosse
Unbekannte. Ein versuch zu Einsicht und Würdigung
(Francfort-Hamburgo, 1968); y en París el Padre Michel Riquet y su
polémica conferencia en la logia Volney de Laval (1961) o sus
frecuentes contactos con altos miembros de la masonería francesa o su
libro Les Franc-Maçons (París, 1968).
Tal vez inspirándose en Lantoine, otro
masón y ex-jesuita, Töhötöm Nagy, dirigía desde la Argentina una
«Carta abierta a Su Santidad Paulo VI», en su libro Jesuitas y
Masones (Buenos Aires, 1963). En dicha carta alude expresamente al
deseo de aproximación hacia la Iglesia por parte de ciertos sectores
de la masonería.
En cuanto a Italia, el cambio se
experimentaría precisamente en el seno de La Civiltà Cattolica,
que tanto había prodigado sus ataques contra la masonería durante el
siglo XIX (sólo desde 1852 a 1903 publicó un total de setenta
artículos). Desde 1957, el especialista de La Cilvità encargado
de escribir sobre masonería fue Giovanni Caprile, que cuenta en su
haber con una veintena de trabajos como Massoneria e religione, La
Massoneria di fronte alla persona e al Messaggio di Gesù, I documenti
pontifici intorno alla Massoneria, Perché la Chiesa condanna la
Massoneria, La Massoneria e certi suoi recenti apologisti, etc.,
todos ellos de fuerte carácter antimasónico y que, merecieron la
réplica de Lucio Lupi, Rispondo ai Gesuiti (Roma, 1959).
Posteriormente, ante la actitud de
apertura del Vaticano II, Caprile inició una serie de artículos con un
enfoque encomiable, ya que de pertenecer al campo de la antimasonería,
se convirtió en uno de los más importantes defensores de la
aproximación de la Iglesia hacia la masonería. En este sentido son de
destacar Chiesa e Massoneria oggi (1971); Ancora su Chiesa e
Massoneria (1971); Chiesa, Massoneria e Stampa italiana
(1971); Massoneria e Chiesa Cattolica; Sfogliando alcune
pubblicazioni (1973); Cattolici e Massoneria. Un´importante
dichiarazione sulla scomunica (1974); La recente Dichiarazione
sull´appartenenza alla Massoneria (1981), publicados en La
Cilviltà. Contactos en los que también intervinieron otros
jesuitas, como Francesco Magri y Pietro Tacchi Venturi, que recoge con
detalle Esposito en La riconciliazione tra la Chiesa e la
Massoneria. Cronica di alcuni avvenimenti e incontri (Ravenna,
1979). También desde la Universidad Gregoriana cabe destacar la
actitud clarificadora de Jean Beyeer, decano de la Facultad de derecho
canónico, Réflexions sur une excommunication (París, 1970).
En Brasil el protagonista del diálogo
con los masones ha sido el jesuita Valerio Alberton, a cuyas muchas
entrevistas y conferencias en logias, hay que añadir múltiples
trabajos e informes publicados en diversas revistas eclesiásticas y
masónicas de su país, así como su libro: O Conceito de Deus na
Maçoneria (Porto Alegre, 1982), y la adaptación y traducción del
libro de Ferrer Benimeli y Caprile Massoneria e Chiesa Cattolica
(Roma, 1982).
En otros países como Estados Unidos,
Canadá, España, Alemania, etc. algunos jesuitas a nivel personal, bien
desde la Universidad, la investigación histórica o desde su acción
pastoral directa, han sido igualmente piezas importantes en una
reciente búsqueda de mutua comprensión y acercamiento entre dos
instituciones que tradicionalmente habían sido consideradas no sólo
antagonistas, sino incompatibles y encarnizadas enemigas.
Extractado
de: J. A. Ferrer Benimeli, voz “Masonería”, en Diccionario
histórico de la Compañía de Jesús, dirigido por Charles E. O´NEILL
y Joaquim Mª DOMÍNGUEZ, Roma-Madrid, 2001, vol. II, pp. 2557-2563.
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